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En un artículo publicado por el diario español ABC, la psicóloga y escritora María Jesús Álava Reyes, comenta su inconformidad con una recomendación que se ha extendido entre algunos pediatras y que ha pasado a ser “principio fundamental” entre muchos padres como regla de oro para una crianza con amor: “Al niño, lo que pida”.
Para Álava Reyes, esta forma de pensar conduce a malcriar a los niños haciendo de ellos personas incapaces de experimentar satisfacción o gratitud, pero sí expertos en generar exigencias desmedidas y una búsqueda implacable de placer.
Muchos padres caen en el error de pensar que darle gusto a sus hijos en todo es sinónimo de amor incondicional. Según el psicólogo infantil Sergi Banús, ceder indiscriminadamente ante las demandas de los niños es omitir una etapa de aprendizaje general muy importante: el manejo de la frustración.
Cuando los adultos constatamos que un deseo o necesidad se ha vuelto imposible de satisfacer, experimentamos tristeza, ira o decepción que, en un escenario de inteligencia emocional óptima, sabemos manejar y enfocar constructivamente hacia otras posibilidades.
En los niños, la frustración se manifiesta de forma primitiva en la primera infancia (0-8 años) a través de la ira; no obstante, si apartamos a nuestros hijos del mundo real acostumbrándolos a recibir placer y satisfacción en todo momento, los educamos para ser propensos a una respuesta agresiva más violenta en la vida adulta cuando sientan que sus demandas no están siendo atendidas.
Los preparamos para un mundo ficticio, y el mundo real lo lastimará.“Su grado de frustración será tan grande que llegará a ser agresivo porque no ha aprendido a manejar sus frustraciones ni sus emociones, y no conoce otra forma de lograr sus objetivos. Por ello, estamos contribuyendo a que nuestros hijos sean adolescentes deprimidos”, explica Banús.