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Por: Agencias
10 mayo, 2020

Foto: La Prensa, Nicaragua.

La alarma comenzó el 7 de abril, cuando un prestamista de 55 años murió de un infarto mientras dormía en un tramo del mercado Roberto Huembes. Esa tarde trabajadores de Medicina Legal llegaron por el cuerpo de don Pepe vistiendo blancos trajes protectores que los cubrían de pies a cabeza, precaución que a muchos les pareció sospechosa, tomando en cuenta que el mundo vive una pandemia de Covid-19. Otros, en cambio, llamaron a la calma y solicitaron que no se sacaran conclusiones precipitadas.

Pero apenas un día después el guarda de seguridad Benito Uriarte, de 54 años, falleció de un infarto cardiaco mientras cuidaba una gasolinera, en la ciudad de León. Un señor que casualmente pasaba por ahí lo vio llevarse una mano al pecho antes de caer fulminado sobre el piso del local.

Luego de eso transcurrieron cuatro días sin novedad hasta que, el 13 de abril, tres personas se sumaron a la lista de muertes por infarto. El universitario Elton Vílchez, de 21 años, falleció en un hospital de Matagalpa al que había sido trasladado el día anterior tras sufrir un bajón de presión. Las otras dos víctimas fueron Mercedes Ramos, de 73 años, y Margarita Reyes, de 98. Ambos habitantes de León

Ramos murió por la mañana y unas horas después, al caer la tarde, Reyes empezó a sentirse mal. Según los reportes, la anciana se dirigía al lavandero cuando se desvaneció por primera vez. Después se llevó las manos al pecho, dijo que sentía dolor en el corazón y volvió a desmayarse.

En los siguientes 23 días los medios de comunicación registraron al menos otros 14 casos similares: muertes súbitas por infarto cardiaco o accidente cerebrovascular. En circunstancias normales, la explicación de que las altas temperaturas son responsables de esta ola de muertes podría ser suciente.

Después de todo, si se toman como referencia las estadísticas del Ministerio de Salud (Minsa), durante 2019 en Nicaragua fallecieron 3,097 personas por infarto agudo del miocardio: un promedio de 8 personas por día. Pero esa explicación no parece bastar en las circunstancias actuales.

La opinión de los expertos está dividida. Todos arman que definitivamente los calores de la temporada tienen algo que ver; pero algunos sostienen que no debe descartarse un posible vínculo con el Covid-19, una infección de la que cada día se averigua algo nuevo. Estas son las explicaciones tras el misterio de las muertes súbitas en las calles de Nicaragua.

Hasta hace un par de semanas el cardiólogo Daniel Meneses consideraba que aún no existía evidencia cientíca que permitiera asociar las muertes súbitas con el Covid-19. Sin embargo, recientemente la prestigiosa revista The New EnglandJournal of Medicine publicó un artículo que lo hizo cambiar de opinión.

De acuerdo con el estudio “Paro cardíaco extrahospitalario durante el brote de Covid-19 en Italia”, entre el 21 de febrero y el 31 de marzo de 2020 hubo un incremento de 58 por ciento de casos en Lombardía, la región más afectada por la pandemia en ese país, en relación con el mismo periodo de 2019. Se trata de 133 casos adicionales, de los cuales 103 (un 74.4 por ciento) fueron diagnosticados con Covid-19.

Para Meneses se trata de nueva evidencia que sugiere una relación entre la enfermedad y las muertes súbitas, aunque es “imposible armarlo de manera contundente”. “Lo que sí se nota es un incremento desproporcionado de los reportes de gente en las calles que tiene esas reacciones”, señala. “A estas alturas ya se sale del estimado epidemiológico regular”.

“Siempre teníamos, cercano a la Semana Santa, un incremento de los infartos y las muertes súbitas, pero no en estas proporciones. Ahora es masivo. A cada rato lo están reportando por todos lados”, advierte. “Creo que está un poco por encima de lo que regularmente tenemos de estadísticas. Instintivamente uno sabe que esto es nuevo. Es un asunto de percepción porque no hay una estadística clara, pero epidemiológicamente ya son signicativos tantos casos”.

Otro fenómeno que hay que tomar en cuenta, apunta el médico, es la reducción de “los cuadros coronarios agudos que llegan a los hospitales”. Actualmente él participa en un estudio regional de la Sociedad Latinoamericana de Cardiología Intervencionista y en el caso de Nicaragua, dice, “las tasas son de un ochenta por ciento menos de pacientes”. Pero “no es que hay menos casos, sino que estos casos se están quedando en casa” por miedo a pescar el nuevo coronavirus. Y es probable que eso también “explique un poco estos colapsos súbitos en las calles”.

Por otro lado, el cardiólogo Pablo Hurtado considera que el fenómeno puede estar relacionado con el Covid-19, pero por distintas razones. A las altas temperaturas, que este año se han prolongado inusualmente, se suman el estrés y el miedo provocado por la pandemia.

Según Hurtado, al menos el cincuenta por ciento de los pacientes que sufren hipertensión no controla su enfermedad. “Es muy frecuente que un hipertenso no controlado pueda colapsar de calor, si no se hidrata bien y no se toma todo el tratamiento”, dijo en días pasados en entrevista con LA PRENSA (Nicaragua). Sin embargo, la preocupación, la ansiedad y la depresión multiplican el riesgo de sufrir un infarto.

“La gente se está preocupando más por el virus que por la salud actual. La alerta actual de todo mundo es la medida (de prevención), entonces la gente tiene mucho miedo”, señaló Hurtado, y recomendó hidratación y poco estrés. Es decir, ninguna persona en riesgo debería someterse al bombardeo de las noticias ni participar en conversaciones pesimistas sobre lo que ha sucedido en lugares como Guayaquil.

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